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El sadismo y la imbecilidad tradicionales en despliegue en Pamplona —fiesta de San Fermín... Mientras tanto la iglesia hace nada, aplaude, o a menudo participa. |
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Para empezar, para muchos no es considerado ni siquiera un país, más bien un estado multinacional con al menos tres fenómenos nacionalistas consolidados, todos ellos correspondientes a regiones históricas con lengua y cultura propias. Lo cual es causa de que, en ambientes progresistas, la propia palabra “España” sea políticamente incorrecta y se haga necesario usar en su lugar el término “el estado español”, o simplemente “el estado”.
Pero lo que sí es común a todas las regiones, sean o no portadoras de nacionalismos, es su crueldad con los animales por mera diversión en fiestas populares. En realidad, las fiestas populares que implican animales eran algo común en toda Europa a lo largo de la Edad Media. Sin embargo, la diferencia en España es que estas fiestas han perdurado mientras en Europa han ido gradualmente desapareciendo. Tal vez esto venga ligado a la triste tradición de las corridas de toros, también de origen medieval, ya que la inmensa mayoría de los forzados participantes de estas mal llamadas “fiestas” son toros. Algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que, de esta forma, el rico e influyente sector de los ganaderos de toros bravos consigue dar salida a todos los animales que no consideran aptos para corridas en plazas: los destinan a las fiestas populares, en la que los animales sufren todo tipo de salvajadas, a manos generalmente de los hombres jóvenes del pueblo: se les prende fuego en los cuernos, se les arrojan cerbatanas, piedras, dardos u otros objetos, se les atan los cuernos a una cuerda de la que tiran decenas de personas, se los atropella con tractores y en algunas zonas de costa incluso se los tira al mar.
Por supuesto, en un plano estadístico esto no es más que una gota de agua en el océano: al igual que en el resto del planeta, en el estado español la inmensa mayoría de los animales que son sometidos a la tiranía humana lo son para la alimentación; y por supuesto también, aquí tampoco nos libramos de toda otra serie de derivaciones del uso de individuos no humanos: vivisección, granjas de animales para la peletería, circos, zoológicos, cría y venta de las llamadas “mascotas” y, desgraciadamente, mucha caza. Sin embargo, es muy significativo para conocer el carácter de un pueblo, el hecho de que se torture a los animales públicamente, a la vista de todos incluidos los niños, y se haga una fiesta de ello. Y ciertamente es un obstáculo añadido considerable para quienes luchamos en la concienciación contra el especismo. Si bien es de justicia mencionar que, para los españoles que nos hemos criado en la ciudad, estas cosas nos parecen tan ciencia-ficción como a cualquier extranjero.
La historia del movimiento animalista moderno podríamos fijarla a finales de los años 70 del pasado siglo, cuando se funda la primera organización así llamada de defensa de los derechos de los animales, en Barcelona pero con ámbito nacional. De esta asociación surgen escisiones y otros colectivos nuevos que, a lo largo de los años 80, comienzan a cubrir un sector de protesta social que ya estaba presente en otros países. Entre los primeros objetivos de estas organizaciones ocupa un papel destacado la lucha antitaurina, así como la denuncia de los abandonos de animales de compañía, de los circos, la caza, las pieles o incluso la vivisección. De los animales para comida se habla menos y en general se habla de un mejor trato. Durante los años 80 y 90 el animalismo se hace oír en la calle en forma de manifestaciones, en un principio casi siempre antitaurinas, pero poco a poco van abarcando la lucha contra la experimentación en animales, contra la caza, los circos, la peletería y, a partir de mediados de los años 90, también con actos de promoción del vegetarianismo.
Pero los años pasan, y España no podía permanecer ajena al incipiente movimiento pro-derechos animales que surge en el entorno anglosajón para diseminarse poco a poco por el resto del mundo. Por eso, a partir de mediados-finales de la década de los 90, algunos activistas que saben inglés comienzan a hacerse eco del debate bienestar-derechos que ya hacía años que se estaba desarrollando. Aunque no hay apenas libros traducidos al castellano o a las demás lenguas del estado español, gracias a Internet la gente puede comprar libros en inglés y hacérselos enviar a sus casas, y de esta forma saber qué es lo que está pasando en el mundo. Esto acabó derivando en una revolución, pues quienes deseaban subirse al tren del liberacionismo no querían esperar, querían incorporar todo lo que habían aprendido a su práctica y se pusieron manos a la obra.
Todo esto tuvo una serie de consecuencias en el panorama de las organizaciones animalistas nacionales y locales, que tuvieron su fruto en la práctica desde finales de los 90 y a lo largo de toda la década actual. Por un lado, se crearon colectivos nuevos que abrazaban el cuestionamiento del especismo como su razón de ser y principal objetivo reivindicativo. Por otro, algunos de los colectivos ya existentes sufrieron también un giro ideológico que los acercó a la postura de los derechos. Y por otra parte, otros colectivos, tanto nuevos como de reciente creación, mantuvieron una postura ecléctica que abarcaba tanto posturas clásicas de mejora de condiciones como la difusión del veganismo y otras perspectivas más relacionadas con la abolición de la explotación. Las palabras veganismo y especismo comenzaron a estar en boca de todos y a poder leerse en la literatura animalista a lo largo de todo el espectro ideológico de las organizaciones españolas. Una parte de esta nueva filosofía, la llamada “acción directa", se convirtió también en una realidad, y así a lo largo de los últimos años hemos podido asistir a diferentes acciones de liberación directa de animales, fundamentalmente en granjas peleteras al norte del país, pero también en algunos casos en laboratorios de experimentación y en acciones contra instalaciones materiales de la industria cárnica. Ello ha provocado gran debate social, y aunque no se ha producido una criminalización social del activismo como en el Reino Unido, cierto sector del animalismo ha tenido que soportar muchas y duras críticas. Así pues, el nuevo movimiento de liberación animal tuvo su reflejo, aunque en diferente medida, en todo el movimiento animalista nacional.
¿Qué ha cambiado para la situación de los animales y su defensa en España? Al igual que en el resto del mundo, un vistazo a gran escala nos dirá que todo sigue igual: las granjas y los mataderos siguen esclavizando y asesinando a millones de individuos, los laboratorios médicos, farmacéuticos o militares siguen experimentando en animales contra su voluntad, los cazadores siguen matando animales en el campo y, en los pueblos, la cultura taurina sigue manteniendo vivas las mal llamadas fiestas populares con tortura añadida, y los toreros siguen siendo personajes famosos debido a la labor de distorsión informativa de los grandes medios de comunicación. Algunas salvajadas han atraído la mirada de la opinión pública internacional, como la un pueblo "de cuyo nombre no quiero acordarme” en donde se tiraba a una cabra viva desde lo alto de la torre de la iglesia. El escándalo a escala internacional que supuso cuando salió a la luz fue tal que se produjo una pequeña reforma: ahora matan a la cabra antes y la tiran muerta. Retoques similares se han producido en otros festejos populares de este tipo, pero por desgracia la situación sigue siendo muy parecida, y en algunos lugares incluso peor, pues algunos pueblos que carecían de tradición de tortura de animales la están incorporando ahora.
Pero, si observamos más detenidamente, podemos ver que sí se está produciendo un cambio. El número de organizaciones animalistas ha aumentado. El número de jóvenes involucrados en la causa ha aumentado, así como el número de activistas por los animales. El animalismo se ha descentralizado y ha dejado de ser un fenómeno ligado sólo a Madrid y Barcelona. El número de vegetarianos ha aumentado, y el número de personas que han abrazado el veganismo como forma de vida no violenta, también; además el veganismo ha dejado de ser una palabra extraña y ya se informa de ella incluso en los medios de comunicación de gran tirada. Y, afortunadamente, España ha dejado de ser famosa únicamente por su crueldad. En verano de 2004, un acto realizado por activistas madrileños acaparó la atención internacional: cuatro personas se “empaquetaron” y se metieron en cuatro bandejas de PVC recubiertas de plástico como si fueran bandejas de carne similares a las que se encuentran en las tiendas. El lema de la acción era “A ninguno nos gustaría acabar así. A los demás animales tampoco”. Este acto de protesta recibió gran atención internacional y la felicitación de numerosos colectivos animalistas de todo el mundo, y a lo largo del tiempo ha sido repetido en diferentes lugares dentro y fuera de España. Por último, es de reseñar la creación de un partido político dedicado a la defensa de los animales y más específicamente a la erradicación de la tauromaquia, que si bien aún no ha obtenido escaños parlamentarios como en Holanda, el número de votos obtenidos y su popularidad va en aumento.
Sociológicamente, el animalismo en España es similar al de otros países: personas por lo general jóvenes o de mediana edad, de todas las clases sociales, y con predominio de las mujeres sobre los varones. Políticamente los animalistas son difíciles de definir, en general se trata de personas que desconfían tanto de las visiones de la izquierda como de la derecha y su principal preocupación es la defensa de los animales. En el ámbito político, ni los partidos de izquierda ni los de derecha se han pronunciado, y la única buena noticia reciente son las declaraciones públicas de la ministra de medio ambiente actual, que se declaró antitaurina y posteriormente sugirió la posibilidad de introducir reformas en las corridas de toros, ya que, según sus propias palabras, éstas son "cada vez más difíciles de defender en Europa". Desgraciadamente, el poderoso sector taurino reaccionó, movió sus resortes y el portavoz del gobierno tuvo que salir a declarar que la opinión de la ministra es personal y que el gobierno no va a tocar las sacrosantas corridas de toros. Pero es la primera vez en la Historia que un alto dirigente político manifiesta su rechazo a la tauromaquia (que, según las encuestas, tiene un bajo porcentaje de seguidores entre el pueblo). Un tímido rayo de sol entre un cielo cubierto de nubes, que quizá nos indique que esta vez es cierto que algo está cambiando...
Rafael Boró es un dedicado animalista español y editor de la página española de AIPAMUNDIAL.ORG, actualmente en construcción, y cuyo empeño será proveer un foro de interacción internacional a todos los animalistas de habla castellana.