• Mientras el ejecutivo estadounidense se apresta a incrementar sus tropas en Iraq, dos propuestas de política hacia el conflicto se enfrentan en Washington
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Sin mucha duda, el peor presidente
norteamericano en memoria...y eso
incluye a Ronald Reagan.
POR ENRIQUE ROMAN —especial para Granma Internacional—
Hace algo más de tres años, antes de iniciar su guerra contra Iraq, George W. Bush amenazaba a Saddam Hussein: Time is running out (el tiempo se acaba). Ahora, bajo la presión de un posible fracaso, a escasos dos años de concluir su presidencia, ha anunciado para los próximos días una actualización de su política iraquí.
El chaparrón crítico contra su desempeño en ese conflicto arreció bruscamente en los últimos meses del 2006. En un intento bipartidista por ir al rescate de una política en naufragio, el Congreso debió crear el Grupo de Estudios sobre Iraq, presidido por el exsecretario de Estado James Baker y el exrepresentante demócrata Lee Hamilton, e integrado por ocho notables más, expertos en política exterior, afiliados, de una manera o de otra, a la llamada escuela realista de pensamiento sobre relaciones internacionales. Sus conclusiones, recogidas en un informe de 160 páginas, fueron la más dura evaluación de la política de Bush, proveniente del propio sistema estadounidense.
El tema iraquí también había estado en el centro de la paliza que el Partido Republicano recibiera en los últimos comicios congresionales. A finales de año, una encuesta realizada por el Washington Post y la cadena ABC revelaba que el 52 por ciento de la población consideraba que Estados Unidos, simplemente, estaba perdiendo la guerra.
Otras críticas vinieron de fuentes disímiles. Kofi Annan recriminó duramente a Estados Unidos por abandonar el multilateralismo y por sus abusos a los derechos humanos. El propio arquitecto de la guerra, el cesanteado Donald Rumsfeld, reconocía en un memorando final que “claramente, lo que están haciendo las fuerzas de Estados Unidos en Iraq no está funcionando suficientemente bien o lo suficientemente rápido”.
UNA TABLA DE SALVACION
El informe del grupo congresional se esperó con una expectativa correspondiente con la necesidad que tenía el país de encontrar una salida del marasmo iraquí.
Pero el llamado informe Baker no podía colmar estas ilusiones. El documento no era una propuesta para terminar la guerra, sino para continuarla de otro modo y abrir las puertas a una salida a mediano plazo, dejando asegurados los objetivos expansionistas con que ésta se había iniciado.
El informe reconocía con crudeza que la situación era grave y estaba en deterioro; que el peligro del caos y de una catástrofe humanitaria era real y que el gobierno iraquí no avanzaba hacia una reconciliación nacional, no proveía seguridad a la población, ni le garantizaba los servicios esenciales.
El informe propuso, en esencia, un cambio fundamental en la misión militar. De involucrar las tropas en los combates, asignarles misiones de entrenamiento de las nuevas fuerzas armadas iraquíes. Igualmente, privilegiar la función diplomática, a través de negociaciones con Irán y Siria, países fronterizos inobviables, para recabar su aporte a la estabilidad de Iraq. De forma especial, el informe afirmó la integralidad y la interconexión de todos los problemas del Medio Oriente, incluida la solución del conflicto israelí palestino, imprescindible en cualquier proceso político regional.
Es la última oportunidad de Bush, alertó el excanciller israelí Shlomo Ben-Ami al comentar el informe.
Pero era demasiado para la derecha. Y muy poco para la izquierda. Era inaceptable para Bush. Como se ha dicho, en poco tiempo el tan esperado informe Baker se convirtió en un huérfano en Washington.
El contraataque no se hizo esperar. Otra propuesta, menos comentada, vino del seno del muy conservador American Enterprise Institute. Su autores, Frederick W. Kagan, académico residente de AEI, miembro de una activa familia neoconservadora, y el general retirado Jack Keane, han formulado proposiciones mucho más cercanas al pensamiento íntimo de la administración:
• La victoria es aún una opción en Iraq. Es vital para la seguridad de Estados Unidos, y la derrota llevaría a un conflicto regional, a una catástrofe humanitaria y al incremento del terrorismo a escala global.
• La estrategia de hacer depender la victoria en el proceso politico interno para eliminar la resistencia ha fracasado.
• La retirada inmediata, el acercamiento a los países fronterizos y el incremento de las fuerzas dedicadas al entrenamiento del ejército iraquí, en desmedro de su compromiso en tareas de combate, llevan indefectiblemente al fracaso.
• Debemos mandar más fuerzas de combate de Estados Unidos a Iraq y en especial a Bagdad. Siete nuevas brigadas deben ser enviadas en la primavera del 2007.
En su última rueda de prensa del 2006, Bush se expresó en términos parecidos: “La victoria (en Iraq) es alcanzable”.
LAS LECCIONES DE TSUN TZU
Ninguna guerra popular tiene solución militar, se afirma desde los tiempos del antológico general chino Tsun Tzu. En el Medio Oriente tampoco hay solución exclusivamente militar para ninguno de los conflictos políticos que en allí se desarrollan, trátese de Iraq, Palestina o el Líbano.
La renuncia a conversar con Siria e Irán proviene, en realidad, de la negativa de Estados Unidos a ceder en sus posiciones antagónicas y agresivas hacia estos países: contra el derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear pacífico, o apoyando a la subversión antisiria en el conflicto interno libanés. Proviene, en el fondo, de la conjunción de intereses entre Estados Unidos e Israel.
Es decir, de las mismas fuentes de donde proviene el desconocimiento del carácter central del conflicto árabe israelí y su piedra de toque, los derechos no satisfechos del pueblo palestino.
Renunciar a la negociación global es alarmante. Sería tanto como reconocer que Estados Unidos, al cabo de casi cinco años de guerra sangrienta, casi 3 mil soldados de ese país y más de 600 mil iraquíes muertos, víctimas todos de esta contienda, no ha entendido lo básico de la región mesoriental: la importancia de los vínculos étnicos, culturales, religiosos y políticos que interpenetran todos los procesos que ocurren en sus países.
El sangriento e incontenible caos en Iraq no es sino el resultado de la guerra y de la ocupación por un ejército imperial del territorio de uno de los grandes países árabes. De Iraq, de cuyas glorias milenarias, queda en pie la capacidad de su pueblo para, en medio de confusiones y hostilidades, resistir a la ocupación extranjera.
LA SOMBRA DE MARK TWAIN
El tiempo se acaba para George W. Bush. Es imposible que la continuidad de las políticas que han fracasado hasta hoy, pueda permitirle legar a su sucesor una situación más favorable.
En su relato corto Una novela medieval, Mark Twain después de muchos enredos, complicaciones y falsas identidades, coloca a su personaje principal en una situación sin salida. Está, de hecho, en un momento de non win no lose. Pero por solo unos instantes, pues se le reclama una respuesta inmediata. La respuesta que no puede dar.
La solución de Mark Twain a la angustia de su personaje fue tan drástica como inesperada:
"La verdad es que he puesto a mi héroe (o a mi heroína), en una situación tan complicada, que no veo cómo voy a sacarlo (o sacarla) de ella --y por lo tanto me lavo las manos de todo este negocio, y dejo a esta persona que salga de la mejor manera que encuentre o incluso que se quede como está. Creí que iba a ser fácil resolver esta pequeña dificultad, pero ahora veo las cosas de una manera diferente."
Con una campaña presidencial iniciada en fecha prematura, el fantasma de la solución a lo Mark Twain podría comenzar a planear sombríamente sobre los posibles herederos de George Bush.
El síndrome de la "novela medieval" puede convertirse en un nuevo y temible factor en el debate sobre la política de Estados Unidos hacia el Medio Oriente.
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